La grandeza de espíritu de los pueblos nativos se forjó sobre una muy completa raíz filosófica y de valores humanos que tenían como objetivo forjar en la humanidad “in ixtli in yolotl”, un rostro y un corazón. El rostro como símbolo del orgullo y el corazón, de la pasión. Así lo dejó dicho Quetzalcóatl, así lo enseñó a nuestros ancestros para que fuéramos merecedores de su gracia.