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lunes, 11 de abril de 2016

¿Cuánto falta para el inevitable colapso de la civilización?


Una organización formada por políticos y científicos vaticina que la población humana comenzará pronto a reducirse abruptamente. Pero, ¿qué hora marca el 'reloj del fin del mundo'?

La conclusión a la que se llegó en el informe de 1972 fue que si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales mantienen su ritmo sin modificarse, en los próximos cien años se alcanzarán los límites absolutos de crecimiento. Lo que el informe predica es que “en un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) no son sostenibles”.
La Universidad de Melbourne difundió en 2014 un artículo en el que analizaba la evolución del planeta durante más de 40 años desde que se publicó el informe del Club de Roma. Las conclusiones saltaron a la vista cuando se diseñaron gráficos que mostraban tanto el uso de los recursos, como el incremento de la población, la contaminación y la producción. Dichos gráficos han mostrado ser muy similares al modelo planteado en ‘Los límites al crecimiento’.
No obstante, la realidad es que nadie está seguro de cuál será la disponibilidad de los recursos no renovables, sostiene el autor. En una tabla que reseña las reservas actuales del planeta se muestran además recursos adicionales que podrían explotarse y que son o serán conocidos.
También se muestra otro tipo de recursos, los llamados ‘hidratos de metano’. Los ensayos actuales no definen si alguna vez podrán ser utilizados.



Las proyecciones del Club de Roma indican que la fecha del colapso tendrá lugar a principios del siglo XXII, pero si sumamos la explotación de los hidratos de metano, esta fecha probablemente se atrase hasta la segunda mitad del siglo XXII, indica Barba. De todas maneras, el modelo sigue siendo válido: lo único que se modifica es en el retraso del ‘reloj del fin del mundo’, añade.
El autor subraya que el actual sistema económico “se basa en una utilización masiva y creciente de recursos no renovables”. Esto no solo será insostenible, sino que, además, si no se cambia el rumbo traerá un inmenso sufrimiento a quienes vivan el momento crítico. El autor insiste en que para evitar el “desastre” se deben toman “las medidas necesarias, que son el establecimiento de cuotas de uso que no comprometan el futuro”.

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